Archibald Alexander Leach Grant (ese era su verdadero nombre) nació en el seno de una familia muy humilde y llegó a convertirse en toda una estrella en la época dorada de Hollywood.
Su niñez no fue fácil. Cuando tenía nueve años le hicieron creer que su madre había muerto (veinte años después el actor descubriría la tragedia: su madre estaba viva, internada en un manicomio), y a los catorce dejó la escuela y entró a formar parte de una compañía de teatro. Esa compañía era la trouppe de Bob Pender, donde exhibía las acrobacias que más tarde recordaría en algunas secuencias de sus películas. Con ellos llegó a EEUU en 1920, y decidió quedarse para probar fortuna en Broadway, por lo que tuvo que buscarse la vida con trabajos varios, como el de hombre anuncio.
En 1931 llegó a Hollywood, tras su participación en varias comedias musicales y en 1932 firmó su primer contrato con la Paramount, que le animó a buscar un nombre artístico; ahí nació Cary Grant.
Su debut cinematográfico fue en “Esta es la noche” (1932), de Frank Tuttle. Siguió apareciendo como secundario en numerosos títulos, hasta que llegó su primer papel importante con “La gran aventura de Silvia” (1935), de George Cukor, al lado de Katharine Hepburn. No se trataba de un papel protagonista, pero sí notorio y su presencia empezó pronto a destacar en otras películas de éxito como “La fiera de mi niña” (1939), de Howard Hawks o “Vivir para gozar” (1939), de Cukor.
Cary Grant, encantador y elegante, se convirtió en uno de los actores más solicitados y admirados, y en una estrella cinematográfica, trabajando a las órdenes de magníficos directores como Alfred Hitchcock, Mankiewicz, Stanley Donen o Frank Capra, además de los ya citados.
Llegó a casarse cinco veces, pero sus matrimonios siempre acababan en divorcio. Fue con su penúltima mujer (la actriz Dyan Cannon), con quien tuvo a su única hija, Jennifer, nacida en 1966.
Corrió siempre un rumor acerca de su homosexualidad y de su relación con el atlético actor de westerns Randolph Scott. Él siempre negó ese tema, seguramente a sabiendas de que, de lo contrario, dañaría su estatus de estrella.
El actor era bastante independiente y de izquierdas (fue defensor de Charles Chaplin y de Ingrid Bergman, marginados de Hollywood por sus ideas y conductas) y a pesar de su valía, nunca premiaron ninguna de sus actuaciones con un Oscar.
Cuando en 1970 Gregory Peck presidía la Academia se le concedió un Oscar honorífico por su carrera "sin precedentes".
Tras varios años de lucha y medicándose durante casi veinte años con dosis de LSD, consiguió superar su adicción al alcohol.
Cary Grant falleció a los ochenta y dos años, a consecuencia de una apoplejía.
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